Será
el día lluvioso, será que es domingo reflexivo, será que lleva toda la tarde
sonando en casa Russian Red. Pero alguna de estas cosas o todas ellas juntas me
han hecho reflexionar por un momento sobre algo aparentemente nimio.
No
se cuantos habitantes tiene mi ciudad, no se cuantas personas viven en mi
barrio. Ni siquiera se los números que tiene mi calle, ni los nombres de la
gente que vive en mi portal. No se a qué se dedican, cómo piensan, que hacen en
su tiempo libre, si tienen familia, si ven la tele o prefieren leer. Vivimos en
un constante fluir de gente y sin embargo somos tan anónimos como si paseáramos
por un barrio de extrarradio de Nueva York.
Sin
embargo, cuando me siento en mi sofá y miro hacia la calle veo aproximadamente
6 balcones del bloque de enfrente. 5 de ellos sin aparente movimiento y uno
vivo. Y por medio de mis incursiones a su balcón he ido poco a poco conociendo
más a sus habitantes. Una pareja de unos 50 años. Fumadores compulsivos,
fumadores de balcón. Son como yo, les gusta estar mirando el movimiento de la
calle apoyados en la barandilla. Les veo en verano; él descamisado, ella
pidiéndole fuego. Les veo tender la ropa y pasar la cortina. Veo el reflejo de
su tele en el cristal. Me los cruzo por la calle y los reconozco entre
muchísimos vecinos más porque a ellos si que les he puesto cara. Suben la
compra, se toman una caña en el bar de abajo. Compran en las mismas tiendas que
yo. A ella la he visto en los momentos más duros de la quimioterapia
apretándose el pañuelo. A él fumar sólo.
Y
hoy, con “no past land” de fondo y la lluvia fina cayendo entre su balcón y el
mio, miro como todas las tardes en la misma dirección y me encuentro una luz
tenue que ilumina su salón vacío. Y le veo a él embalar cosas con papel de
periódico y montar cajas de cartón. Y siento como si los que se fueran a
marchar no fueran unos vecinos cualquiera, sino unos viejos conocidos del
barrio con los que he compartido mas de una caña en el bar de referencia.
He
de admitir que hoy, dos absolutos desconocidos, han hecho que un toque de
melancolía me nublase por unos instantes la vista mientras miraba paralizada
detrás de mis ventanas.
2 comentarios:
Pasan días,y semanas sin cotillear en "trompanete", pero hoy tambien, influida por la lluvia y la melancolia otoñal, acabo de leer tu blog y te comprendo.
Ahora solo
queda esperar como serán los nuevos vecinos.
Qué lástima, aunque quizá los nuevos vecinos hagan de su balcón un balcón vivo también, y se abra ante ti la posibilidad de descubrir nuevas personas, nuevas formas de vivir; y quién sabe, puede que mucho más interesantes ;)
Salud,
Nür
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